lunes, 4 de agosto de 2008

NIKY

Estábamos totalmente distraídos, cada uno con una honda en las manos, y los bolsillos llenos de bodoques, buscando divisar algún movimiento entre las hojas.
De pronto…Petro estaba allí….me miraba con unos ojos profundos y oscuros. No miraba a los demás, solo a mí.

Niky me habló –me dijo.
Quién es Niky! - contesté rabioso.

Se dio vuelta y señaló, con su pequeño índice, la parte superior de la masa compacta que forman los árboles del bosque en el que estábamos mis hermanos, mi amigo Ivo y yo pasando el día.
No lo podíamos creer… habíamos hecho todo para evitar que la pesadilla de nuestros años de preadolescente, nos siguiera y sin embargo estaba allí, hablando de …Niky….
Pero quién es Niky?

Será un nikilingo- dijo Caddy
Lo miré interesado. Siempre que nos íbamos adentrando en la espesura empezábamos a sentir los movimientos de esos especímenes veloces y locos que saltaban de rama en rama. Eran tan veloces que no podíamos saber que figura tenían y cuando Caddy los veía siempre nos decía – ahí están los nikilingos!
De pronto tomé conciencia del apuro en el que estábamos. Teníamos con nosotros a un niño muy pequeño, de tan solo cinco años, el séptimo de la familia, en un lugar muy inseguro para él y demasiado lejano a nuestra casa como para llevarlo de vuelta.
Los cuatro empezamos a discutir qué hacer con él. Ninguno quería volver a recorrer el kilómetro y medio que ya habíamos caminado y mucho menos solo. Además, llegar a casa con Petro era con seguridad, no solo perder nuestro día de aventuras sino recibir un soberano castigo.
No entendíamos cómo nos había seguido. Siempre lo hacía, pero esta vez, como íbamos más lejos, habíamos tomado todas las providencias del caso para que no se nos cuele.

Yo tengo la culpa – dijo Nito

Todos lo miramos incrédulos. Era el más grande y el que lideraba nuestras escapadas, pero también era muy precavido y responsable. Para evitar que nos perdiéramos y no pudiéramos encontrar el camino de vuelta había ido dejando unas marcas en las cortezas de los árboles con un mangorrero que se había fabricado él mismo con la mitad de un cuchillo que se le había roto al pescador de la ribera norte cuando trataba de destripar un dorado de 10 kilos.
El bicho tenía tanta fuerza que con un coletazo le arrancó el cuchillo, que se estrelló sobre una piedra rompiéndose en dos.
El pescador encolerizado pateó una parte, que fue a parar al agua y la otra quedó encerrada entre dos piedras. No hizo ningún esfuerzo por sacarla de allí y se fue.
Nito, desde lejos, observaba la escena y cuando el hombre se fue lo suficientemente lejos para que no lo reprenda, sacó la parte que quedaba de la hoja y con una piedra le empezó a dar forma y filo.
También, días después, le trabajó el mango que estaba desarmándose todo. Lo fue envolviendo, con mucha paciencia, con una vara fina a la que él le sacaba la corteza para que le resulte más suave y modelable.
Esta faca artesanal, terminó siendo la admiración de la muchachada del barrio y con ella podíamos cortar y pelar todo elemento salvaje y comestible que encontrábamos en el camino.




Volviendo al tema en cuestión, les cuento que seguimos discutiendo y peleando un rato, sin saber qué hacer, cuando de pronto… Petro ya no estaba con nosotros. De refilón lo vimos perderse a lo lejos, hacia donde nos había señalado. Corrimos tras él, gritando, insultándolo, y peleándonos entre nosotros.
Cuando lo encontramos estaba frente a Niky… que le hablaba gesticulando y gritando, saltando de una rama a otra, y luego vimos a otro Niky y más y más… estábamos rodeados…
Atiné a levantar a mi pequeño hermano en los brazos mientras Nito, Caddy e Ivo, nos rodearon de espaldas.




Niky quiere algo – dijo Petro
Niky está asustado- siguió diciendo.

Ivo empezó a acercarse a un gran árbol que tenía enfrente, al cual saltaba todo el tiempo el nikilingo asustado y otro que gemía.
Se encogió de hombros y con las manos nos decía que no se veía nada…
Todo era alboroto, chillidos, mucho ruido y mucho miedo, no obstante, Ivo siguió allí buscando… buscando también comprender porqué esos seres no nos atacaban, ya que eran muchísimos; y porqué daban vueltas alrededor de ese árbol.
Empezó a trepar. Era un experto. Siempre me sorprendía cuando, con un solo salto, llegaba a prenderse de alguna parte de los árboles altísimos, aparentemente infranqueables.

Los nikilingos, de pronto, se callaron, el silencio fue increíble. Entonces nosotros empezamos también a acercarnos al árbol.
Se escucha un quejido, pero no veo nada –dijo Ivo y siguió subiendo.
Caddy le pidió a Nito que lo ayudara y también empezó a trepar, en el otro costado del árbol, apoyando la oreja en las enormes ramas.
Algo se mueve adentro- dijo- pero no sé dónde.
Aquí hay una ranura –dijo Ivo y empezó a querer mirar hacia adentro, pero no lograba ver nada.
Entonces Caddy empezó a golpear suavemente con un dedo alrededor del lugar cercano a la ranura; cuando había ya recorrido como medio metro hacia abajo, sintió que le contestaban el golpeteo débilmente.

Aquí, aquí está!- gritó-
Hasta aquí cayó!- siguió diciendo.

Ivo bajó a buscar el cuchillo de Nito, volvió a subir y acercándose a Caddy, se lo pasó.
Mi hermano intentó clavarlo en la corteza pero ésta resultó ser muy dura y no lograba penetrar en ella. Entonces empezó a buscar, con mucha paciencia, algún lugar debilitado, al cual acceder y lo encontró. Cosa bastante lógica, porque la ranura era vieja y cuando entra agua por mucho tiempo dentro de un tronco éste se va pudriendo.
Llevó un rato abrir un agujero lo suficientemente grande como para llegar hasta el atascado nikilingo que ya casi se estaba muriendo. Era muy pequeño, no tendría más de veinte centímetros de largo, no obstante parecía muy difícil comprender cómo pudo entrar por una ranura tan fina que no tendría más de tres centímetros de espesor y estaba cabeza abajo.
Debe ser muy curioso –dijo Ivo cuando lo tuvo entre sus manos.
Niky pasó rozándolo y se lo sacó limpiamente, dando gritos cortos y agitados.
Dejó al bebé en manos del nikilingo llorón, que debía ser su madre y desaparecieron, en un instante, de nuestra vista.
De no haber sido porque Ivo y Caddy se estaban bajando lentamente del árbol yo habría dudado que realmente habíamos pasado un momento mágico e inigualable.
Silenciosamente volvimos hacia casa, nadie decía una palabra.

Porqué no nos hablábamos?
Mantuve a Petro todo el tiempo alzado, al principio lo protegía con mis brazos y luego lo monté a mis espaldas.

Nadie nos oyó llegar. Nadie se enteró de nada.

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